lunes, 10 de enero de 2011

La mesita de cafe

Una pareja que entra feliz, abrazada, escoge un lugar para tomar café, y qué mejor que junto a la ventana que da a la calle. Cada uno pide, ella un Capuchino y él un Irlandés. Se toman de las manos y se acarician, mientras un joven les trae el pedido. Están felices, él toma un lápiz y algo escribe en la servilleta. También lo hace sobre la mesa, al correr el mantel agazapado. Ella, mientras tanto se distrae mirando el quehacer de la calle. El pedido llega y ella roba el petit bouché de él y lo come. El continúa escribiendo, más bien corrigiendo, porque toma otra servilleta y escribe lo que quedó bien, luego se lo entrega y ella al leerlo, se regocija y radiante lo acerca para besarlo agradecida. Ella es hermosa; beben sus café entre conversa y caricias; miradas y risas felices. Piden la cuenta. Pagan y se van felices y abrazados.
Ha visto toda la escena y pareció rejuvenecer. Ve la hora. La emoción nubló sus ojos, o la tristeza. Aleja ya vacío su irlandés, y bebe el capuchino. Cancela su pedido y mientras acomoda sus cosas, delicadamente corre el mantel para cerciorarse. Aún está lo que escribió aquél día y no se ha equivocado con la fecha y la hora: “Enero 15-2010, 12:00 am.”

jueves, 30 de septiembre de 2010

Flotar


Todavía flota y está conciente, por lo que aún puede recordar, aunque las imágenes llegan como disparos de flash a su cabeza.

Sus palabras también las oye, mientras el frío del agua lo entumece. Pero no se preocupa, el entumecimiento vendrá desde el adormecimiento que a su vez proviene de esas pastillas que tomó, por lo que no dolerá.

Y aparecen los ojos que ama, lo miran, inquieren en los suyos, como si no entendieran…

Mucho tiempo pasó extrañando su compañía. Mucho tiempo.

Y mucho tiempo pasó sin decidirse. Hasta que ya no soportó el dolor. Un dolor enorme, invalidante.

Pestañea y por cada vez que lo hace, más largo es el lapso para abrir los ojos, y ahí se va, se va pero al regresar el dolor le entrega una lágrima que baja por el pómulo lenta, lenta hasta confundirse con el agua de la piscina que lo mantiene a flote aún.

Cada vez le cuesta más abrirlos, pero no le importa, se va y quiere hacerlo, sus entrañas se lo reclaman, tanta ausencia lo exige y ya no los abre pero ve esos ojos maravillosos y le sonríen. Tal vez ahora sí, quizá ya no más soledad. Quizá ahora sea eterno y si es así, se va. Se deja ir y baja profundo como una cascada y tirado desde abajo abre los ojos y puede ver cómo el sol se difumina y oscurece

martes, 21 de septiembre de 2010

Labios


Su carnosidad genera esa textura fina que se adivina suave al tacto. Tienen un hermoso color rosa. Cerrados, se ven simétricos y armoniosos; su forma es bella. Los dedos se acercan, están tentados a tocar y lo hacen, suavemente eso sí, para no despertarlos. El gozo para los dedos es increíble y los labios se contraen regalones, desconocen esa caricia pero les gusta y esperan quietos para ver qué ocurre más adelante. Los dedos están oprimiendo más aún sobre los labios, para no dejar de sentir esa piel fina porque de tanto sentirlos se acostumbran y así se pierde el deleite; además aprovechar para que se vayan relajando y provocar mayor ductilidad en ellos. Los dedos, llevados por el placer que le provocan, intentan ahora separarlos y entrar en ellos un poco; quieren dejarlos preparados para que otros labios los besen. Pero ellos se resisten un poco, juegan con los dedos, se dejan acariciar, porque le seducción debe ser perfecta para permitir entreabrirse. Los dedos también seducen y lo hacen bien pues ya dóciles, los labios se entreabren. Pero ellos también comienzan a seducir, se abren un poco y se cierran, oprimen y sueltan a los dedos. Succionan otro poco y expulsan. Los labios se van humedeciendo y los dedos también. Lentamente, para no perder la atmósfera, ni el ritmo que llevan, salen acariciando todo su alrededor, formas, bordes y rugosidades y ellos parecen buscarlos, los siguen por instinto y resbalan por la humedad, y cuando parece que los labios volverán a atrapar a los dedos, otros labios los frenan. Vuelven a resistirse porque es otra textura, pero aflojan rápido porque ya todo es lo mismo, todo es labios mojados y humedad y esa lengua que busca; que entra y sale sin consentimiento pero con gozo; que acaricia cada uno de ellos con fogosidad y los separa, y entra y acaricia por dentro y sale de nuevo, y vuelve a acariciarlos por fuera provocando tanto placer en ellos, tanta contracción, que parecen adormecerse, esperando estallar en cualquier momento.

sábado, 24 de julio de 2010

Sus ojos


Son recuerdos que no olvida, ningún detalle, todo está ahí, tal como fue. Ama recordar y al hacerlo no omite nada, ni cambia, ni agrega nada en su mente; deja seguir el recuerdo de todo lo que pasó sin oponer resistencia alguna y es que fue todo tan de ensueño.

Así como su voz, cargada de una dulzura que se podía saborear, enriquecida con los matices propios de la coquetería femenina, femenina como su andar. Y cómo podría olvidar sus ojos por ejemplo, aunque ahora una pequeña tiene idénticas características en la mirada, los más bellos fueron de la madre.

Es cierto que ya no está con él, así los cielos han ganado otro ángel y acá pronto abrirá la puerta, esa personita que le da otra razón de vivir y que heredó los verdes y hermosos ojos de su madre.

domingo, 18 de julio de 2010

La figura

Es como una figura de Dalí: imposible de definir o distinguir. Me sigue, lo siento cada día, a cada hora, a cada instante. Antes, cuando sólo lo percibía no me incomodaba, incluso me parecía gracioso; aún más cuando comenzó a hablarme. Sabía que el imbécil de Atilio me jugaba una broma, aunque nunca pude desenmascararlo. Fue tanta su insistencia, que la misma figura que me seguía, cansada de ser mandada por Atilio a seguirme hasta volverme loco, me solicitó que lo liquidara. También él se liberaría y ya no me seguiría. Lo dudé al principio, pero me hartó que abusara de esta pobre figura, para no dejarme solo ni en el baño. Incluso cuando estaba penetrando a Sofía, ella estaba ahí, mirando. Esa noche fui por mi revolver y volví a lo de Atilio para dispararle en su nuca. Luego prendí fuego a su casa y asunto terminado.Pero ha vuelto esta figura, y me ha dicho que Sofía es ahora quien la ha mandado.

Ese día llegará


...Y ese día se llegará. Empapado, se parará frente a ella y las miradas se cruzarán. Ella, asombrada, compartirá su paraguas inconcientemente. Él no sabrá que la lluvia ya no lo toca, sus manos tomarán las de ella y luego acariciarán ese rostro pecoso. Ella cerrará los ojos, como en un descanso esperado. Con un suspiro enamorado. Ella viajará al pasado con los ojos cerrados. Soñará de nuevo. Volverá a tener un castillo junto a su príncipe. Ella recordará que un día como hoy escribió esta escena, para asegurarse que sucederá...